Menopausia, parece ser un término que asusta un poco a las mujeres porque históricamente estuvo relacionado con “dejar de ser mujer”, pasar a ser menos atractivas y sumergirse en la depresión. ¡Nada de eso!

Tal vez se haya instalado un mensaje un tanto machista de que cuando las mujeres dejan de ser fértiles a una determinada edad, entran en un lugar de inactividad absoluta y entonces, a partir de ese momento, se dedican a envejecer y nada más.

Las épocas han cambiado, las mentes han evolucionado (sobre todo las de las mujeres) y hemos aprendido que la menopausia es simplemente un momento que debemos atravesar para llegar a otro período de nuestra vida en donde se plantean nuevos desafíos y surgen nuevas oportunidades.

Desde el punto de vista orgánico, la menopausia no es una enfermedad sino un fenómeno natural que alcanza a todas las mujeres alrededor de los 50 años.

El período de la menopausia se caracteriza porque los ovarios dejan de producir hormonas reproductivas, estrógenos y progesterona.

Existen dos etapas en la menopausia: la pre menopausia, que dura varios años y que es marcada por la aparición de menstruaciones irregulares; y la menopausia confirmada que es lo que viene a continuación caracterizada por una interrupción total de los ciclos menstruales.

Hablamos de menopausia cuando una mujer ya no tiene menstruaciones durante 12 meses consecutivos y en algunos casos, el diagnóstico se puede confirmar con un examen de hormonas.

La menopausia en definitiva no es más que un trastorno del déficit de estrógenos que se llama climaterio, y que designa los cambios endocrinos, físicos y psicológicos que acarrea este período.

La falta de menstruaciones y de la producción de hormonas aumenta significativamente el riesgo de osteoporosis y de enfermedades cardiovasculares y es por esto que algunas mujeres necesitarán un tratamiento hormonal durante la menopausia.

Menopausia precoz.

La menopausia también puede ser precoz o secundaria. Si para la gran mayoría de las mujeres la menopausia es un proceso natural que se da alrededor de los 50 años, en otras puede surgir antes de los 40. En este caso hablamos de menopausia precoz, un fenómeno que alcanza al 1% de las mujeres.

Esta situación poco frecuente puede darse mayormente por anomalías genéticas que provocan el envejecimiento acelerado de los ovarios, el síndrome de Turner o algunas enfermedades autoinmunes. En el caso de las mujeres con menopausia precoz que no sufren de ninguna de estas anomalías, la causa es un misterio.

Síntomas de la menopausia.

Pero todos estos cambios son demasiado importantes como para que no se perciban de alguna manera. ¡Y vaya que se perciben!

A no asustarse, todos estos síntomas pueden sobrellevarse sin ningún tipo de problema, no son graves y aunque pueden alterarnos un poco la vida, existen múltiples tratamientos para que prácticamente pasen inadvertidos.

Algunos de los síntomas que presentan las mujeres pre menopáusicas posmenopáusicas son:

 – Menstruaciones irregulares: Los primeros síntomas de inestabilidad hormonal se dan en la propia menstruación que pasa a presentar diferencias distintas de lo usual.

La perimenopausia o pre menopausia, se manifiesta con alteraciones de los ciclos menstruales.

– Sofocos: Este es uno de los principales síntomas y al mismo tiempo el más común. Cuando los ovarios dejan de producir estrógenos, los sofocos son los primeros que nos indican que esto está sucediendo.

La mujer tiene sensaciones de calor, de ahogo que comienzan a la altura del rostro, pasan por el cuello, se extienden hacia el tórax y bajan por el resto del cuerpo.

Esto suele suceder tanto durante el día como durante la noche y a menudo se acompañan con sudores fríos. Algunas mujeres dan cuenta de algunos pocos sofocos durante un mes, mientras que otras experimentan estos calores hasta uno o dos por horas.

Los estrógenos intervienen en la regulación de la temperatura del cuerpo y cuando sobreviene la menopausia, las secreciones bajan brutalmente provocando estos sofocos.

– Aumento de peso: A partir de los 45 años, las mujeres se quejan de un aumento de peso y de mayores dificultades a la hora de intentar perderlo.

Este es un período en el que ciertamente, cada kilo que se suma será más difícil de eliminar.

El metabolismo se hace más lento y la baja de estrógenos favorece la acumulación de grasas que particularmente se depositan en el abdomen.

De manera simultánea, hay un descenso de la actividad física y la carencia hormonal incrementa los impulsos alimenticios generando más deseos de alimentos dulces y grasos.

Es habitual que durante este período se produzcan desajustes hormonales o de las glándulas tiroides que también contribuyen a incrementar el peso.

– Cansancio: Esta falta de energía genera más dificultad y esfuerzo tanto en lo físico como en lo intelectual. Las mujeres menopáusicas se quejan de estar cansadas, de no tener fuerzas y de sentir menos deseos de realizar cosas al igual que de no poder realizar las tareas más simples.

También aparecen otros síntomas como la ansiedad, las dificultades de concentración, los cambios en el carácter y el sueño.

Este cansancio y esta fatiga también se deben a la falta de estrógenos. Hasta la menopausia, las hormonas juegan un rol “anti cansancio” en el cerebro.

– Insomnio: Dos tercios de las mujeres durante este período presentan dificultades para dormir con una disminución del tiempo y la calidad del sueño.

En general, suelen despertarse en medio de la noche además de que los sofocos y los calores pueden aparecer también en este momento del día, interrumpiendo de esta manera el sueño.

Es común que las mujeres nos detengamos precisamente en este momento a pensar en la vejez, las enfermedades, la familia y empezar a hacer todo tipo de evaluaciones de vida. Esto definitivamente contribuye a modificar de manera negativa los ciclos de sueño. La alteración hormonal ya provoca problemas para dormir y es una característica del síndrome premenstrual que se incrementa durante la menopausia.

– Depresión: Como decíamos en el punto anterior, las mujeres en este momento comenzamos a hacernos planteos y balances de lo vivido y a menudo esto se transforma en una depresión por sentirnos poco motivadas, melancólicas o con la idea de que somos inútiles.

Las mujeres que han sido siempre frágiles psicológicamente o emocionalmente suelen sentir de manera mucho más intensa la depresión.

Las hormonas femeninas están unidas a los centros nerviosos y regulan nuestro humor, de la misma manera que tendemos a deprimirnos o a ponernos más sensibles durante los ciclos premenstruales, en la menopausia estos síntomas se incrementan.

– Disminución de la libido: La mitad de las mujeres manifiesta una reducción de la lubricación vaginal, responsables de las molestias al momento de mantener relaciones sexuales al igual que de una reducción de la sensibilidad clitoridiana.

Tres de cada cuatro mujeres notan una baja del deseo a partir del momento en que se detienen las menstruaciones.

Muchas hormonas entran en juego durante este proceso y la baja de estrógenos incide sobre la atracción y la disminución, e incluso; la caída de la lubricación vaginal durante las relaciones sexuales.

El descenso de dopamina que es la encargada de estimular la sexualidad, genera desinterés.

La baja de los andrógenos disminuye el deseo y algunas causas psicológicas ligadas a la interrupción de las menstruaciones y a otros síntomas pueden también influir en este sentido.

– Sequedad vaginal: Durante la menopausia, las paredes vaginales se hacen más débiles y producen menos secreciones. Es ahí cuando puede aparecer una sequedad vaginal molesta que impide las relaciones sexuales.

Se dan a menudo durante el primer año que sigue a la interrupción de las menstruaciones y alcanza básicamente a mujeres muy delgadas.

Entre un 20% y un 40% de las mujeres menopáusicas manifiestan este síntoma.

La vagina, el útero, la vejiga contienen numerosos receptores de estrógenos que permiten que estos órganos permanezcan húmedos y tonificados mientras se producen las secreciones. Cuando la producción de hormonas se interrumpe, se ven afectados.

– Sequedad de la piel: Es normal que con los años la piel también envejezca al igual que el resto del cuerpo y de los órganos, sin embargo; durante la menopausia este fenómeno se incrementa rápidamente cuando notamos pérdida de la tonicidad de la piel, la aparición de manchas oscuras y las comúnmente llamadas “patas de gallo”.

Este descenso hormonal reseca las secreciones sebáceas reduciendo el contenido de colágeno en la dermis, encargada de proteger e hidratar la piel.

Habitualmente, los estrógenos inhiben las hormonas masculinas presentes en pequeña cantidad en las mujeres, cuando estos niveles descienden algunos signos de “virilización” aparecen como ser crecimientos de vellos en el rostro, caída del cabello en la frente, etcétera.

La dermis es una de las tres capas de la piel entre la epidermis y la hipodermis. Estas capas habitualmente contienen colágeno y fibras elásticas.

– Cistitis: El debilitamiento de la mucosa de la vejiga y la falta de secreciones vaginales de la que ya hemos hablado, también se traducen en molestias urinarias, sensación de quemazón, deseos de orinar de manera frecuente, dolores e infecciones vaginales o urinarias a repetición.

– Modificaciones en la voz: ¿Te parece extraño? No lo es. Una de cada cinco mujeres nota cambios en su voz y que ésta se vuelve más grave.

Cuando la secreción de estrógenos se reduce, las hormonas masculinas tienden a imponerse provocando cambios en la voz.

El desequilibrio hormonal es también responsable de una deshidratación, de una disminución de la flexibilidad de los vasos sanguíneos y de una rigidez muscular a nivel de las cuerdas vocales.

Todos estos síntomas parecen cosas imposibles de soportar, pero pensemos que las mujeres a lo largo de la historia nos venimos sobreponiendo a la menopausia generación tras generación, de modo que es algo que debemos tomar con naturalidad y con la idea de que se abre una puerta a un nuevo período de nuestras vidas.

Si la madre naturaleza nos encomendó a las mujeres la tan responsable y grandiosa tarea de engendrar niños, bien podemos llevar adelante un proceso natural que sólo requiere de nuestra paciencia y que es el trampolín para lanzarnos a cosas nuevas y ¿por qué no? A todo eso que alguna vez quisimos hacer y nunca pudimos.

Ahora que hemos llegado a una edad en la que los niños ya son adultos o que están en condiciones de desenvolverse por sí mismos y no demandan tanta atención de “mamá”, podemos dedicarle más tiempo a nuestro rol de mujer con inquietudes y ambiciones personales.

Es un nuevo momento y debemos aprovecharlo.

Fuente: Saludable Gurú.